lunes, 28 de septiembre de 2009

DEL TEOCENTRISMO Y EL ANTROPOCENTRISMO AL WEBCENTRISMO COGNITIVO


Mucho se ha avanzado desde la educación de jiz y pizarra a la virtualidad cognitiva.
Los albores del proceso educativo, caracterizado por un rol central en cabeza del docente, presuponían en el estudiante una mera condición de receptor de información de quien por la calidad de “maestro” se consideraba infalible. Verdad revelada en la cátedra magistral no susceptible de cuestionarse, solo aprehensible como acto de fe a la mejor manera de la formación escolástica. La carencia de fuentes de información limitaba el horizonte del pensamiento y el dogmatismo resultante castraba la creatividad humana.
La aparición del iluminismo, con cada una de sus dos vertientes: empirismo y racionalismo, abrieron las ventanas del pensamiento y gestaron, al igual que en lo político y lo social, una verdadera revolución educativa. El universo del aprendizaje varió la polaridad. El “nuevo maestro” promotor de la discusión racional y del método científico, dinamizó en el alumno el cuestionamiento de la verdad presupuesta.
Un nuevo rol aparece en el alumno que, recoge del maestro la información, le asiste la oportunidad de cuestionarla y construir, a partir de la razón y la observación, nuevos paradigmas. El teocentrismo es superado por un antropocentrismo. Y la “escuela” se convierte en cantera permanente de las nuevas interpretaciones del universo y la sociedad.
Estas condiciones persisten hasta finales del siglo XX ante la explosiva y aún no dimensionada aparición de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). El mundo cambió vertiginosamente. La conectividad globalizó la vida y generó un fenómeno sin precedentes de diáspora cognitiva. De una sociedad de enciclopedias de armario, pocas emisoras y contados canales de televisión, se saltó a innumerables fuentes de información de diversas calidades difícilmente detectables.
El maestro racionalista y empírico orientador del debate es sobrepasado por un nuevo rol demandado por la virtualidad. Alumno y maestro son viajeros conjuntos de la aventura del aprendizaje en la web. El primero con una experticia mayor en función de la claridad de rutas de acceso al conocimiento y el segundo, según su avidez, en potencia de apropiar éste en la dimensión de su propio esfuerzo. La democracia cognitiva logra una de las más grandes dimensiones en la historia.
Organizar los mapas que señalen la ruta adecuada para navegar en el inmenso océano de la virtualidad, es el valor determinante del éxito de la nueva escuela (llámese colegio o universidad). La apropiación de dichos mapas y la entrega adecuada de la brújula, el papel trascendente del maestro. La decisión de emprender el riesgo de lanzarse a la exploración, el reto del nuevo alumno. Y los tres en conjunto: escuela, maestro y alumno, cosmonautas del universo inagotable de la realidad virtual en permanente reinterpretación. Y, la educación virtual, la nave que la era del webcentrismo nos ofrece para tan apasionante aventura.